Archivo de la categoría: Mundo loco

Frito, no freído

Estimados señores de Food Network: sepan que tienen un pésimo doblaje.

“Entrée” no es “entrada”. Es “plato principal”.

“Appetizer” es “entrada”, no “aperitivo”. “Aperitivo” es la bebida que se toma con la entrada.

Cuando se habla de comida, “suave” es una pésima traducción de “soft”. En este caso, la traducción correcta es “tierno”.

El pollo no está “freído”, sino “frito”. Según los cráneos de la RAE, el horrible “freído” sólo se admite cuando el participio pasado no es usado como adjetivo -aún así es un espanto de palabra, hagan el favor de evitarla en cualquier caso.

Señores de Food Network: ustedes son un de los poquísimos motivos por los que mantengo mi abono a la TV por cable. Media pila, por favor.

Tetas

Las tetas del verano no han sido, esta vez, las de alguna vedette llenando la pantalla de TV en primer plano para su posterior repetición al infinito en programas de chimentos, noticieros, revistas de actualidad y suplementos de espectáculo; sino la de tres jóvenes cuyo nombre no se conoce -y sus tetas, vaya paradoja, tampoco, gracias a una prolija edición sobre los videos improvisados que recogieron la escena-, tres jóvenes, decía, que decidieron desabrocharse el corpiño en una playa de Necochea, para escándalo e indignación de la familia argentina reunida en el balneario de marras.

alguien quiere pensar en los niños? Seguir leyendo Tetas

¿Ciudad del futuro?

Sello postal conmemorativo del centenario de la fundación de La Plata
Sello postal conmemorativo del centenario de la fundación de La Plata

Los platenses tenemos impresas en nuestros genes las ideas de modernidad, de progreso, de futuro. La novedad de que una ciudad se podía construir a partir de una idea dibujada en un plano y no sobre la acumulación fortuita y caótica de vecindades quizás sea el origen de esta seña de identidad.

También contribuyó el espíritu higienista y racional de la época, personalizado en Pedro Benoit y en el trazado simétrico de la nueva urbe, con amplias calles y avenidas, parques y plazas dispuestos a intervalos regulares, y diagonales que desde siempre los lugareños entendimos como atajo y los extranjeros como laberinto.

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Danger: lateralidad cruzada.

En una visita al optómetra, me enteré que tengo lateralidad cruzada: todo mi cuerpo está dominado por el lado derecho (brazo+mano, pie, oído), excepto por el ojo. Parece ser que mi ojo izquierdo es el más hábil y comanda la forma en que miro el mundo.

Con cierta curiosidad, busqué en Google y me encontré con cientos de páginas donde se hablaba del “problema” de la “lateralidad cruzada”, con referencias a dificultades escolares, problemas de sociabilidad, confusión para los cálculos matemáticos, incluso gurúes que auguran que los niños en esta condición “nos van a dar problemas de lectoescritura, por el bajo dominio viso-espacial que poseen”.

Pues bien, yo me enteré ahora, a los 43 años. Y aprendí a leer y escribir cuando estaba en el jardín de infantes, tengo facilidad para las matemáticas, cursé mis estudios primarios, secundarios y universitarios con buenas notas -sin exagerar, por supuesto-, no creo tener problemas de relación y como si fuera poco, me siento una persona feliz la mayor parte del tiempo (no de los últimos tiempos, sino de la mayor parte de mi vida).

Así que si un psicólogo, pedagogo o chamán te alerta porque tu hijo tiene lateralidad cruzada, decile que se vaya a prometer tormentas a otro lado.

El resplandor

En la lista de artefactos con accesorios ridículos, agreguen un conversor/sintonizador para TV digital provisto por empresa de TV satelital (aunque supongo que debe ser genérico) con un LED en su frente que indica el encendido y que tiene más potencia que el sable láser de Luke Skywalker.

Vas a poder disfrutar de multitud de canales en tu cuarto, eso sí: no vas a poder dormir nunca más con ese punto azul brillante que insistirá clavarse en tu retina aún a través de los párpados.

Intentarás ubicar el conversor de manera tal que el LED no apunte directamente a tu rostro, pero en ese caso el sensor receptor del control remoto -que se encuentra al lado del indicador de encendido- quedará fuera de alcance y habrás retrocedido 40 años en tu experiencia como televidente.

Apagar el conversor también es posible, y con esa operación el resplandor azul que baña la habitación desaparece, pero la próxima vez que lo enciendas tendrás que esperar quince minutos a que cargue la programación actualizada.

Pero no sólo hay malas noticias: tendrás infinitas horas en vela para insultar al genio del LED, a su familia y a sus empleadores.

Hacer ejercicio es cosa de nerds

Y como nunca antes.

Por ejemplo: yo, que estoy gordo y pelado, salgo a caminar. En mi celular android, un aplicación usa el acelerómetro para contar cada paso y calcular distancias y calorías consumidas en el esfuerzo (programa que está activado de manera permanente y me indica, al final del día, cuántos pasos di en toda la jornada). Otra aplicación, con la ayuda del GPS, documenta la ruta, establece la velocidad promedio y me avisa por medio de unos auriculares Bluetooth, con una agradable voz femenina, las novedades de interés a cada kilómetro de la travesía.

En pausas preestablecidas por ese software, aprovecho para tomar el pulso mediante otro ingenioso programa: al tapar con mi dedo índice la lente de la cámara de fotos integrada al teléfono, se registran los cambios de color y se cuentan las pulsaciones por minuto. El resultado se guarda y se utiliza por el programa de entrenamiento para aconsejar la velocidad a la que debería ajustar mi caminata.

MIentras tanto, si así lo dispusiera -que no es el caso porque mi caminata no alcanza para alardear- podría comunicar los detalles de mi entrenamiento por Twitter, Facebook o Google+, mediante mensajes automáticos con distancias, velocidades, pulsaciones o estimación de calorías consumidas.

Cómo hacen esos ignorantes que simplemente salen a correr -y, que a diferencia mía conservan su cabellera, sus músculos y una capacidad aeróbica como para las olimpíadas de Londres- es algo que escapa totalmente a mi comprensión.

De cuartos y de hoteles

Los diseñadores de cuartos de hoteles deberían dormir en sus propias creaciones. Quizás de esa manera se darían cuenta que resulta inconveniente poner el enchufe más cercano a la cabecera de la cama a unos tres metros de distancia de la misma.

Imposible, por ejemplo, recargar el celular (tarea propia de las horas de sueño) y utilizarlo al mismo tiempo de despertador.

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Hotmail y el cuento de la buena pipa

Hace años que mantengo una cuenta de hotmail sólo para comunicarme via MSN. Le doy poco uso, pero cada tanto necesito encontrar a alguien que quizás esté conectado por vía y me es muy útil para ello.

Hace un tiempo que no puedo ingresar a mi cuenta, cada vez que lo intento acusa “password o nombre de cuenta incorrecta”. No es el nombre, y cabe la posibilidad de que ante algún mensaje de error haya pedido restablecer la contraseña. No lo sé, no me acuerdo y mucho no me interesa. Sólo sé que quiero recuperar la contraseña para volver a recuperar mi lista de contactos del MSN.

Lo cierto es que indico que perdí la contraseña o que quiero restablecerla (da lo mismo, el resultado no cambia), y al final de la operación Hotmail me envía las instrucciones para recuperar la contraseña o restablecerla… a la cuenta a la que no puedo entrar porque perdí la contraseña. ¿Tiene alguna lógica?

Incluso el sitio ratifica este loco mecanismo de correr tras su propia cola, y dice:

“Aun cuando haya olvidado su contraseña, podrá recibir instrucciones para su restablecimiento en la dirección de correo electrónico que emplee para la cuenta de Windows Live.”

Espectacular. Sobre todo porque “la dirección de correo electrónico que emplee para la cuenta de Windows Live” es aquella cuya contraseña se ha extraviado.

¿Fair play o boludez?

Copio el título de Crítica porque es el enésimo artículo o comentario que encontré sobre esta cuestión y ha terminado por hartarme.

¿Cuál es la cuestión? El último domingo se enfrentaron dos equipos de la primera división de Argentina, Godoy Cruz y Banfield. El partido iba empatado hasta los minutos finales y de pronto hay un penal para Banfield. Lucchetti, su arquero, decide ejectutar la pena como suele ser su costumbre. El arquero de Godoy Cruz, Ibañez, contiene con maestría el remate y se queda con la pelota en su poder mientras su rival tenía el arco desguarnecido. Mientras sus compañeros le reclamaban que pusiera en juego el balón para aprovechar esa circunstancia, Ibañez opta por esperar que su colega de Banfield regresara a su arco, señalando luego que “no saqué porque me puse en el lugar de él, y por eso esperé a que llegara al otro arco”.

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