Por las redes sociales, impulsada por militantes opositores al derecho al aborto, circula una supuesta cita de un tal Jean Rostand, “biólogo y premio Nobel”. La cita es la siguiente:
“En la primera célula constitutiva de la persona humana, es decir en el óvulo fecundado, existe un ser humano”
A ninguno de los que multiplican esta cita por el ciberespacio se les ocurrió revisar la lista de premiados. Hubiera encontrado que ningún Jean Rostand recibió jamás el premio Nobel, en ninguna categoría.
Pero sí existió un Jean Rostand biólogo, escritor e historiador francés, que fue protagonista del episodio clave para la despenalización del aborto en Francia: el proceso de Bobigny.
En 1972 una jovencita de 16 años, Marie-Claire, sufrió una violación y como consecuencia, quedó embarazada. Su madre, Michèle Chevalier, era una modesta empleada de la RATP y mantenía a sus tres hijos cuyo padre había abandonado. Marie-Claire no quiso seguir con su embarazo y le pidió ayuda a su madre, quien con su sueldo de 1.500 francos no podía afrontar una intervención segura (aunque clandestina) que le costaba tres sueldos completos.
Michèle pidió ayuda a tres compañeras de trabajo, y una de ellas intentó realizar la intervención a cambio de 1.200 francos en condiciones tales que la pequeña Marie-Claire sufrió una hemorragia y debió ser internada de urgencia a un costo de otros 1.200 francos.
Días más tarde, el violador de Marie-Claire fue arrestado por un robo de autos, y en un intento de congraciarse con las autoridades, denunció a la joven por haberse practicado un aborto. Marie-Claire, Michèle y sus tres compañeras fueron procesadas y juzgadas en lo que luego se conocería como el proceso de Bobigny.
Durante el juicio, Marie-Claire, con la ayuda de destacadas feministas como Gisèle Halimi y Simone de Beauvoir, en lugar de asumir culpa alguna, decidió denunciar la injusticia de la ley vigente en aquél momento, que condenaba a las mujeres pobres a enfrentar los riesgos del aborto clandestino mientras que las mujeres ricas viajaban a Londres donde la interrupción del embarazo ya era legal. Durante el juicio se hizo presente Jean Rostand para acompañar a sus amigas Gisèle Halimi y Simone de Beauvoir y apoyar activamente la causa de Marie-Claire.
Maire-Claire, Michèle y las otras tres mujeres fueron absueltas, o penadas con multas que no llegaron a hacerse efectivas. El caso tuvo tal impacto en Francia que tres años más tarde se legalizó la interrupción voluntaria del embarazo.
Pero Jean Rostand conocía a Gisèle Halimi y a Simone de Beauvoir desde antes de este juicio histórico. Un año antes, en 1971, había participado activamente junto a ellas para la creación de una organización para impulsar la legalización del aborto llamada Choisir la cause des femmes (“Elegir la causa de las mujeres”), iniciativa que fue acompañada por alguien que sí fue premio Nobel, el biólogo Jacques Monod.
En fin, quizás sea imposible conocer al autor de la broma macabra que le atribuyó al bueno de Jean Rostand aquella cita y que reproducen descontroladamente los sitios y los tuiteros provida. Sepamos que Jean Rostand fue un comprometido defensor de los derechos de las mujeres.
Más respeto, por favor. Se lo merece.