Leo en la edición de “El Día” del martes 25 de octubre del corriente un editorial acerca de las ventajas del voto electrónico, expresadas en términos de “transparencia y agilidad”, con especial referencia a la prueba piloto realizada en Berisso con el padrón de extranjeros.
Dice la nota: “Las experiencias de los países que utilizan el voto electrónico demuestran que se trata de un sistema que otorga máxima transparencia y eficacia a todo el proceso electoral y al escrutinio en particular, eliminando prácticamente toda posibilidad de maniobras en los cómputos, además de la imaginable rapidez.”
Ignoro las fuentes que se han utilizado para realizar semejante afirmación, pero existen fuentes muy calificadas (incluyendo debates e investigaciones del Congreso de los Estados Unidos) que indican graves riesgos tanto respecto de la transparencia como de la eficacia del proceso. La Electronic Frontier Foundation, en uno de sus informes sobre la elección norteamericana de noviembre de 2004, dice: “Entre otras cosas, más allá de lo que afirman los vendedores, los sistemas de voto electrónico mantienen un proceso cerrado y oculto que introduce un riesgo inaceptable de error y manipulación”.
En este mismo sentido, hay reportes de cientos de incidentes de distinta naturaleza e investigaciones independientes patrocinadas por las universidades más prestigiosas , solicitadas muchas veces por los mismos legisladores, que arrojan serias dudas sobre la utilización irreflexiva de sistemas electrónicos de emisión del voto.
El problema no es la tecnología: efectivamente, la tecnología puede ayudar a perfeccionar y superar el sistema actual de voto de papel y urna de cartón. Lo que resulta inadmisible es que se adopten a las apuradas nuevos sistemas por la presión de los vendedores de tecnología y cierta prensa que le atribuye propiedades casi mágicas al voto electrónico.
Veamos algunas cuestiones:
- El voto electrónico no es más rápido que el voto de papel.
Desconozco si alguien ha cronometrado el tiempo promedio que demora una persona en votar en uno u otro sistema, pero imaginemos: una persona en un cuarto oscuro en la elección del domingo debía encontrar la o las boletas de su preferencia (cosa, por cierto, no sencilla), eventualmente cortarlas e introducirlas en el sobre, esto sin tener en cuenta que mucha gente lleva su voto listo en el bolsillo. Una persona frente a una máquina de votación debía ir viendo cada una de las veintipico de opciones para Senador Nacional hasta encontrar el suyo y seleccionarlo, luego repetir el proceso hasta encontrar su lista de Diputados Nacionales y seleccionarla, luego repetir el proceso hasta encontrar su lista de Diputados Provinciales y finalmente hacer lo propio con la lista de Concejales. Finalmente debía esperar a ver el comprobante impreso (que no puede tocar) para ver si reflejaba su elección y por último emitir finalmente el voto. Quien tenga dudas sobre el tiempo que lleva este proceso puede cronometrar el tiempo que exige una transacción simple por cajero automático, normalmente más sencilla y conocida. Cuando se utilizó el voto electrónico en Ushuaia éste fue un problema destacado.
Puede haber quien diga que poniendo más máquinas este problema se resuelve. Teniendo en cuenta que para cada máquina de votación se requieren autoridades de mesa y que éstas se resisten a cumplir con sus funciones -siendo uno de los problemas más graves del sistema actual- se concluye que las cantidad de mesas de votación es un problema independiente del sistema elegido. Abriendo más mesas con urnas de cartón y boletas de papel también se haría todo más rápido. De hecho, todo el sistema se hizo insoportablemente lento desde que se agregaron 100 electores más por mesa hace un par de elecciones.
También alguien puede argumentar que en las mesas de Berisso utilizadas para la prueba piloto no existieron las largas colas de votantes que sí se verificaron en las restantes: pero eso sucedió porque se trataba de mesas de extranjeros con mucho menos votantes que las mesas comunes (en promedio, un tercio).
Y todo esto sin tomar en cuenta la posibilidad de cortes de luz o computadoras colgadas, accidentes habituales aún en los Estados Unidos en el momento de votar, y más acá, en las pruebas realizadas en Capital el último domingo, donde las crónicas hablan de cuelgues imprevistos que sólo se solucionaron a cambio de más espera por parte de los electores, reparaciones que pudieron hacerse este domingo porque al tratarse de una prueba había un técnico en cada lugar de votación, circunstancia impensable si se adoptara un sistema electrónico en todas las escuelas.
- El voto electrónico no es más seguro.
Si la seguridad refiere a la integridad de los votos emitidos y la continuidad del proceso en sí, es importante tener en cuenta el párrafo precedente: para interrumpir una elección con el sistema tradicional y destruir los votos emitidos se requiere una patota tipo barra brava, una acción violenta sobre las personas y una hoguera que sin duda llamará la atención de los medios de comunicación. Para hacer lo mismo en un sistema electrónico, alcanza con interrumpir la energía eléctrica de la zona o, más sofisticado pero menos espectacular, descargar sobre las máquinas de votación un impulso eléctrico, por ejemplo con la ayuda del viejo Magiclick.
Si la seguridad refiere a la circunstancia de que todos los votos efectivamente se cuenten, y que en este conteo no se produzcan errores (intencionales o no), tampoco los sistemas de voto electrónico son más seguros: hay infinidad de casos que lo demuestran, algunos obvios como dar resultados negativos para algún candidato o que las cifras finales tripliquen la cantidad de electores, como en efecto ha sucedido en elecciones norteamericanas. Una condición imprescindible (pero no exigida por la ley vigente de la Provincia de Buenos Aires) es que las máquinas de votación deben emitir un ticket con la información de cada voto, este ticket debe estar fuera del alcance del elector pero debe poder verificar su exactitud, y finalmente debe ser ingresado sin intervención del elector en una urna, para poder verificar a la usanza tradicional, si fuera necesario, los datos del escrutinio.
Si la seguridad refiere a la posibilidad de control por parte de ciudadanos y partidos políticos, tampoco este requisito se verifica: para controlar una elección tradicional, se requieren conocimientos básicos de lectoescritura y matemáticas, conocimientos que la Constitución Nacional garantiza a todos los ciudadanos. En cambio, un sistema electrónico sólo puede ser verificado por especialistas en informática y eso sólo si está disponible el código de los programas utilizados -condición que habitualmente no se cumple y que tampoco se exige por ley.
Más allá de estas consideraciones y otras que omito en honor a la brevedad, resulta difícil pensar que los inconvenientes de los comicios se solucionan con tecnología del siglo 21 cuando no es posible garantizar cuestiones elementales propias del siglo 19. El domingo pasado, en la Escuela Media 12 de Gonnet donde me desempeñé como fiscal, la custodia del comicio llegó pasadas las 11.00 horas. Los presidentes de mesa fueron pobremente notificados y ya no viene con la urna la nómina de las autoridades de mesa previstas originalmente, con lo que quienes evaden esta responsabilidad ni siquiera son alcanzados por el repudio de quienes tuvieron que suplantarlos cuando llegan rozagantes y frescos a votar a la mesa de la que se ausentaron, la tarea de las autoridades de mesa y fiscales se realiza en pasillos mal iluminados, entre otras cosas.
La tecnología por sí sola no resuelve problemas endémicos de nuestros comicios. El voto es el elemento sagrado de la democracia como para tomar decisiones basadas más en estrategias de marketing que de consideraciones racionales y sensatas sobre la seguridad, secreto e integridad del voto.
Actualización al 10 de octubre de 2006: Para el que llegue hasta este punto puede ser interesante un informe contudente sobre las máquinas Diebold.
3 comentarios ↓
Creo que una frase que resume muy bien este artículo es:
“..resulta difícil pensar que los inconvenientes de los comicios se solucionan con tecnología del siglo 21 cuando no es posible garantizar cuestiones elementales propias del siglo 19..”
El sábado pasado, 29 de Octubre, estuvo en Rebeldes Stereotipos hablando sobre el voto electrónico Enrique Chaparro.
Durante los minutos que disfrutamos de su presencia en el estudio, pudimos comprender todas las implicacias que este supuesto “avance tecnológico” que muchos lo glorifican tiene.
Recordar: “Lo que cuentan no son los votos, sino quién cuenta los votos”
Me parece excelente que todos ayudemos a difundir la falsa genialidad del voto electrónico.
Les mando un link con el resumen de un programa de Dominio Digital (TV) muy bueno acerca del voto electrónico que se los recomiendo mucho.
http://ioupi.tumblr.com/post/17589686
—
Martín
[...] nos hemos aventurado en estas páginas en el tema del voto electrónico. En aquella oportunidad, para argumentar contra esa cuestión marketinera del voto [...]
Deja un comentario