Bendito Copyright
Enero 24, 2006 on 9:09 am | En Derechos digitales, Mundo loco |Si bien los comentarios corrieron por la web, no puedo resistir la tentación de escribir algo más acerca de la polémica decisión del Papa Ratzinger publicada ayer en Clarín. Resulta que el Vaticano ha decidido aplicar a rajatabla el cobro de derechos de autor por toda publicación de textos de la Iglesia que tengan cincuenta años o menos.
Todo comenzó con la publicación por parte de una editorial de Milán de una guía sobre el nuevo Papa que incluía la transcripción de dos de sus homilías. Al poco tiempo le llegó a la editorial una factura del Vaticano por quince mil euros en concepto de derechos de autor del Papa, tres mil y pico por gastos legales y la exigencia de pagar el 15% del precio de tapa por cada ejemplar vendido.
Simultáneamente, se dictó una política que según transcribe Clarín, consiste en tarifas que “van del 3 al 5% del precio del libro u opúsculo o periódico que contenga el magisterio del Papa. También habrá que pagar por anticipado un 5% por publicar una encíclica y el 4% por los documentos vaticanos. Por los discursos de Benedicto XVI: el porcentaje a abonar baja al 3%”.
Los católicos hn reaccionado con estupor e indignación: es que para muchos de ellos esta movida implica ponerle precio a la Palabra.
Pero no se trata de dinero, se trata de control: el mismo Clarín publica un artículo que completa la información, “Afirman que la medida es para poner orden”.
La amenaza de sanción económica se completa con una sutil promesa no escrita: se podrán reproducir los textos sin pasar por la caja papal si el editor pide permiso a la Santa Sede (y ésta accede). La intención es centralizar el control de las publicaciones católicas y, sobre todo, las traducciones de las mismas, en el pasado fuente de cismas varios y herejías por doquier. Se trata de una cuestión de poder más que de plata, de prevenir desviaciones y desalentar réprobos más que de facturar (aunque unos pesos nunca están de más).
Una herramienta más moderna y civilizada, corresponde admitir, que la censura y la hoguera que han sido las formas antiguas de garantizar la pureza de la Palabra. De todas maneras, un papelón extraordinario para los fieles más comprometidos que no comprenden la sutileza de esta nueva Inquisición o, en palabras un católico ferviente como Vittorio Messori, “una desastrosa operación de imagen”.
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