Los gatos salvajes

Antes de que el rock & pop local adoptara la denominación genérica de “rock nacional”, incluso mucho antes de que se llamara “música progresiva”, un tal Litto Nebbia adolescente, junto a otros aventureros como él, formaba la primera agrupación de rock en castellano: Los Gatos Salvajes.

Ayer, en el cierre de la Expo Universidad, tuve la oportunidad de escucharlo en vivo por primera vez junto a su nueva banda, La Luz. Debo decir que, sin dejar de gustarme, nunca han logrado entusiasmarme sus canciones, probablemente por ese estilo tan suyo de cantar relatos: sus letras, salvo excepciones, carecen de la cadencia y del ritmo que sí tiene su música; son narraciones cantadas. No digo que sea un defecto: es un estilo. Y mal no le ha ido.

Sin embargo, el recital de anoche estuvo muy bien. Ariel Minimal es un guitarrista de talento archidemostrado, al que le adosó un bajista impresionante (Federico Boaglio, pibe que no debe superar los veintipico) y al ya mítico Daniel Colombres en batería.

De parte de muchos cincuentones y sesentones, mucha nostalgia acumulada, a más de uno se le cayó un lagrimón cuando vio un vinilo de Los Gatos Salvajes que se ofrecía en venta, y ya desde el arranque los emocionó con el viejo “No puedo vivir sin tí, mi tierra…”.

De lo nuevo me gustaron mucho un par de temas, un blues furioso y un tema casi instrumental, con apenas letra. De lo histórico, “Viento dile a la lluvia” y una muy linda versión de “La Verdadera Historia”. El resto, muy Nebbia, como decía más arriba, narraciones cantadas que a muchos les encanta y a otros no nos entusiasman demasiado.

El iluminador se apodaba Black (en inglés: negro, oscuro), pero ése no era el contraste más notorio, sino la composición del público que alternaba entre adolescentes que se acercaron atraídos más por la leyenda que por la música, y mayores que, desde su propia y ya lejana adolescencia, crecieron al mismo paso que la leyenda.

Una noche de nostalgia para muchos, curiosidad para otros y placer para todos.